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En el arsenal del Universo Cinematográfico Marvel, sólo Mjolnir, el mítico martillo de Thor, es un arma digna de ser portada por un dios. O, más bien, si atendemos a las runas inscritas en su cabeza, por todo aquel que sea digno de ella gracias al encantamiento de Odín.

oy un ávido lector de manga. Me gusta la literatura (he escrito poesía y trabajado como editor), pero la realidad es que he leído más manga que novelas, poemas o cuentos (combinados). No soy una enciclopedia humana como otros aficionados, pero sí he recorrido casi todos los géneros que el cómic japonés puede ofrecer: romance entre adolescentes, aventuras de piratas, historias de deportes, mundos mágicos, dramas eróticos y un largo etcétera.

La serie Stranger Things se ha convertido en el ejemplo más reciente y exitoso del género conocido como ecogótico u horror vegetal: una ficción en la que la realidad mundana del imaginario pueblo de Hawkins, Indiana, se ve alterada de raíz en los años ochenta por las excursiones —de una dimensión que crece con cada temporada— del Mundo del Revés, permitiendo con ello que aflore el miedo y, en un extremo, el terror hacia un reino vegetal que observamos —cuando lo hacemos— con aprecio, desdén o hasta indiferencia.

Cuando me pidieron que escribiera el discurso de mis XV años, el papel se quedó en blanco y la pluma no descargó su tinta. Había aprendido que aquella era una celebración de vida, un reconocimiento a la mujer en la que una niña se convertía.

“Inspirar el nombre de una especie es mejor que ser un guardián del espacio” es una de las frases jamás dichas por Buzz Lightyear, pero que esperamos que ni él ni todo el equipo creativo de Pixar objetaría, especialmente porque, además del coprotagonista de Toy Story y ahora estrella de su cinta epónima, otros personajes de este estudio de animación han recibido este honor.

El rumor del huracán aún sobrevive. Y, aunque por fin llueve, la tierra sigue estéril. Antar escucha todavía a dos brothers que se la pasan chachareando en YouTube; las risas de los tres se cuelan entre las grietas del suelo.

Antes de convertirse en el Hechicero Supremo, el Dr. Stephen Strange era un supremo neurocirujano. En la cinta de 2016, Strange evita que el Dr. Nicodemus West, su colega y rival, extirpe los órganos de un paciente al que este había declarado muerto.

Ese fin de semana me tocó de nuevo cuidar a Lili, mi hija de seis años, y ya para las siete de la tarde, con ella bañada, enpiyamada y en la cama, en lo único que podía pensar era en un Bourbon con agüita mineral. Le di su beso, la abracé, le dije hasta mañana y apagué la luz. 

“No salgo con estudiantes”, advierte Charlie, la instructora civil de vuelo interpretada por Kelly McGillis, en esa película saturada de testosterona que es Top Gun (1986). Comparada con Maverick (Tom Cruise), su interés romántico y estelar de esta cinta, Charlie cuenta a su favor y con creces con lo que los sociólogos nombran como un diferencial de poder.